18/7/06

Los miomas uterinos

TAMBIÉN denominados fibromas, los miomas uterinos son tumores benignos, es decir, formaciones de tejido orgánico con un crecimiento anómalo que no invaden territorios próximos. Se generan en la capa muscular de este órgano y según el crecimiento que sigan se distinguen aquellos que se expanden hacia el exterior del útero, los que quedan recluidos en la capa muscular y aquellos otros que avanzan hacia el interior de la cavidad uterina. Estos últimos son los más frecuentes, tienen un aspecto liso y brillante y forman bultos sobre la superficie del útero. A veces, debido a su tamaño adquieren un aspecto pediculado, con una porción delgada que lo mantiene sujeto a la pared del órgano.

Hay una clara influencia hormonal sobre su crecimiento, dependen sobre todo de la presencia de estrógenos en la sangre, hormonas que junto a la progesterona determinan el ciclo ovárico. Pero los miomas aparecen sin causa aparente, aunque habitualmente no de forma aislada. Pueden intervenir circunstancias hormonales. Tampoco se conocen factores de riesgo que determinen la presencia o no de este problema en determinadas mujeres, aunque sí se ha apreciado cierto componente hereditario.

Muchas veces pasan inadvertidos, sin producir clínica alguna, y son detectados sólo de forma casual. Sin embargo, es frecuente que con el tiempo, especialmente si aumentan de tamaño, acaben dando lugar a diversas molestias, entre las que destacan la aparición de metrorragias o pérdidas menstruales abundantes. Éstas pueden originar trastornos anémicos y un posible déficit de hierro, principalmente cuando se convierte en un problema crónico.

Originar molestias

Los miomas tienen un crecimiento lento, pero si alcanzan un gran tamaño pueden originar bastantes molestias como dolor por compresión, estreñimiento e incluso problemas en la micción.

Al ocupar parte de la pared y la cavidad uterina pueden ocasionar problemas obstétricos durante el embarazo, bien por falta de espacio o por alterar la mecánica del músculo uterino, sobre todo en el parto, ya que aumentan de tamaño a lo largo del embarazo junto con el feto y ocasionan esa falta de espacio intrauterino que puede complicar el desarrollo de la gestación. Si se sitúan cerca de la cérvix, por donde debe pasar el niño, son especialmente problemáticos. Son menos peligrosos los situados hacia el fondo o parte superior del cuerpo del útero, y que no sobresalen hacia la propia cavidad uterina. Después del embarazo vuelven a disminuir de tamaño al cesar el estímulo hormonal.

Habitualmente, se descubren tras la realización de una ecografía uterina. Para el diagnóstico se emplean también otras técnicas radiológicas (TAC) o incluso visualización del interior de la cavidad uterina mediante una histeroscopia. Para ello se emplea un visor conectado a un sistema de vídeo. Antes ha habido que distender la cavidad uterina mediante el empleo de líquidos o gases. Ello presenta algunos riesgos en relación con la administración de esos gases o líquidos por su posible paso a la sangre o embolias en la cavidad uterina, así como con la propia técnica, que necesita perforar el útero.

A veces los miomas de gran tamaño o con un aspecto pediculado llegan a sufrir un retorcimiento de esa porción más delgada y producirse un infarto o necrosis por falta de riego sanguíneo. En este caso producen dolor y pérdidas de sangre. Es una complicación rara, pero que puede aparecer a veces durante una gestación.

Debido al dolor que puede aparecer, se produce en algunas ocasiones una reacción con sensación de mareo y disminución de la tensión arterial. Después de realizarse la prueba conviene guardar algo de reposo. Es una técnica diagnóstica endoscópica similar a otras pruebas de esta naturaleza que puede tener una aplicación también terapéutica. Por ello, se utiliza con frecuencia para el estudio y manejo de problemas uterinos.

Problemas a sopesar

Ahora bien, se debe plantear cuándo es necesario tratar los miomas. Normalmente se deben extirpar cuando plantean problemas de salud, en relación sobre todo con los sangrados menstruales o con otras molestias derivadas del tamaño alcanzado. No se operan durante un parto o cesárea, salvo indicación médica, ya que existe cierto riesgo de sangrado.

Los problemas que han de sopesarse en relación con la presencia de miomas son las metrorragias abundantes y reglas dolorosas, así como posibles problemas de fertilidad y abortos. Estas formaciones también pueden provocar molestias en bajo vientre y otros problemas relacionados con el ritmo intestinal y la micción.
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Saludos Cordiales
Dr. José Manuel Ferrer Guerra

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